Las personas desaparecidas pertenecen a la clase trabajadora de la sociedad chihuahuense. Después de su desaparición, las responsabilidades e ingresos económicos de sus familiares cambian radicalmente y hay graves consecuencias económicas para sus familias.

Las madres son quienes principalmente buscan a sus hijas e hijos desaparecidos. Antes de la desaparición, la mayoría de estas mujeres se dedicaban al hogar, a labores de cuidado o a la limpieza doméstica. También solían tener pequeños negocios de comercio informal. Por su edad, algunas de ellas suelen ser pensionadas.

Cuando una hija o un hijo desaparece, las madres abandonan sus trabajos para dedicarse por completo a las tareas de búsqueda y dar seguimiento a los procesos legales. Mientras tanto, los padres continúan trabajando y se convierten en el único sustento económico del hogar.

Si la persona desaparecida era el principal proveedor económico de su hogar, su madre debe dedicar todo su tiempo para sostener a la familia y buscar ingresos adicionales para poder subsistir, mientras continúa en la búsqueda de su hija o hijo. En estos casos las familias se empobrecen notablemente.

Cuando hay nietas o nietos de por medio, la madre de la persona desaparecida suele adquirir más responsabilidades económicas, así como una mayor carga de trabajo y cuidados en el hogar.

Testimonios

«La desaparición de mi hijo nos trajo consecuencias muy graves. Una de nosotras se mudó de ciudad porque se quedó sin sustento. La economía familiar se nulificó, él era el jefe de familia que proveía.»

«Mi hijo lleva cuatro años desaparecido. Él me apoyaba con 2 mil 500 pesos para mi manutención.»

«Muchas personas dejan de buscar sus desaparecidos porque o los buscas o trabajas. A veces sólo se puede decidir una de estas opciones.»

«Habemos familiares de personas desaparecidas que, por nuestra edad, ya no tenemos posibilidades de encontrar un trabajo.»