En medio de la tragedia que significa tener una hija o hijo desaparecido, las madres de personas desaparecidas sufren cambios radicales en sus planes y proyectos de vida, lo que impacta negativamente en su salud física y emocional.
Algunas madres adoptan medidas para sobrevivir a este dolor y se sumergen en el trabajo, haciendo jornadas de doble turno u horas extras para no pensar ni recordar la ausencia de sus seres queridos.
Otras sufren de una gran desmotivación y/o depresión, no disfrutan más de las cosas sencillas. Duermen mucho más de lo normal y se sienten incapaces de poner en orden su vida. Les invaden la tristeza y la soledad.
Todas estas emociones les producen un aislamiento social y emocional. Dejan de convivir con familiares, amigas/os y con personas de su entorno inmediato. Ya no acuden a reuniones ni a fiestas. Se sienten profundamente incomprendidas por la terrible experiencia que están viviendo y el silencio envuelve sus vidas.